Los juegos de mesa que marcaron una infancia:

Antes de que las consolas dominaran los cuartos y los celulares se convirtieran en compañeros inseparables, los juegos de mesa eran los reyes del entretenimiento infantil. Reunían a familias enteras, despertaban emociones intensas y, en muchos casos, enseñaban sin que uno se diera cuenta. Entre los más recordados por quienes crecieron en los años 90 y principios de los 2000 se encuentran Turista Mundial, Maratón, Destreza, Operando y Jenga.

Turista Mundial, uno de los más emblemáticos, invitaba a los jugadores a convertirse en inversionistas de bienes raíces alrededor del mundo. Con billetes de colores, propiedades de distintos países y tarjetas de eventos inesperados, este juego no solo ofrecía horas de diversión, sino también un primer acercamiento a la geografía global. Muchos niños aprendieron nombres de capitales, monedas extranjeras y ubicaciones del mapa gracias a él.

Por su parte, Maratón apelaba al conocimiento general. Con preguntas de cultura, historia, ciencia y entretenimiento, este juego de trivia representaba un desafío constante para chicos y grandes. Su formato ha evolucionado con el tiempo, pero sigue siendo un clásico en las reuniones familiares donde la competencia y el aprendizaje van de la mano.

En el terreno de la habilidad manual y la tensión, Destreza y Operando ocupan lugares especiales. El primero consistía en colocar piezas en una estructura tambaleante antes de que el tiempo se agotara, poniendo a prueba la precisión bajo presión. El segundo requería extraer “piezas del cuerpo” con pinzas metálicas, evitando el zumbido que indicaba un fallo. Ambos juegos generaban risas, gritos y, sobre todo, momentos inolvidables.

Finalmente, Jenga, con su torre de bloques de madera, se convirtió en sinónimo de equilibrio, estrategia y paciencia. Cada movimiento tenía el potencial de derrumbar toda la estructura, haciendo que cada turno se viviera con adrenalina pura. Su sencillez es, al mismo tiempo, su mayor virtud y el secreto de su éxito duradero.

Estos juegos, más allá del entretenimiento, funcionaron como herramientas de socialización, aprendizaje y convivencia. Hoy, en un mundo cada vez más digital, su recuerdo sigue vigente entre quienes vivieron esas tardes de juego con emoción y sin mirar el reloj.

A pesar de los cambios generacionales, muchos de estos títulos aún se producen y comercializan, siendo introducidos a nuevas generaciones por padres que quieren compartir un pedazo de su infancia. Y es que, con o sin pantallas, hay experiencias que simplemente no pasan de moda.

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